Autor: Constantino Díaz Fernández
Dedicado a mi hija, Sonia María, con el
fervoroso deseo de que le sirva como orientación y guía en el ejercicio de su
profesión.-
En la vida profesional, son muchos, y muy diversos, los
factores que pueden contribuir a la consecución del éxito. Para cada sector de
actividad, organización, puesto de
trabajo, etcétera, se requieren unas condiciones personales y particulares determinadas
que, adecuadamente conjugadas, pueden
contribuir a alcanzar este objetivo. Pretender, por tanto, resumir en
unas pocas líneas un tema tan complejo en toda su extensión y, además, hacerlo
con una orientación práctica, resultaría tarea difícil y, sobre todo, poco
aplicable; sin embargo, dentro de esta diversidad, hay tres factores comunes determinantes,
condiciones sine qua non, que
necesariamente tienen que estar presentes para poder tener posibilidades reales
de lograr el éxito en cualquier profesión: la
seriedad, la responsabilidad y la competencia. La persona seria,
responsable y competente, tiene en su mochila las mejores armas para emprender
el camino que le puede conducir al éxito personal y profesional. Cada carencia
que se acuse, añadirá un lastre que reducirá, de forma notable, las
posibilidades de alcanzar esta meta. El análisis de estos conceptos,
considerados como factores clave del éxito, es el tema central de esta breve reflexión.
Entenderemos por seriedad
el equilibrio en el juicio; la mesura en las acciones y el modo de proceder; el
comportamiento sincero, real y verdadero, o sea, sin engaño ni doblez. La honradez
y lealtad, que siempre deben presidir nuestras actuaciones, emanan de este
principio, que, a su vez, tiene un gran potencial de generar confianza, condición
indispensable para alcanzar el éxito en la vida profesional.
La responsabilidad,
entendida como la capacidad asociada a cada individuo para asumir sus obligaciones y ejercer sus
funciones con la atención y diligencia debida, integrándose plenamente en el
equipo de trabajo del que se forme parte, es una actitud igualmente
indispensable, necesaria para el funcionamiento compensado de la organización
en la que estemos encuadrados, y altamente valorada por la empresa. La
flexibilidad para encajar en el equipo y
acomodarnos a lo que se requiera de nosotros, con el esfuerzo que ello
nos suponga, es una expresión manifiesta del ejercicio de esta responsabilidad.
La competencia,
como conjunto de conocimientos y experiencias que nos hacen aptos para el
ejercicio de una profesión, completa, junto con las dos anterior, los tres
pilares básicos que distinguen a un buen profesional del que no lo es, y, por
supuesto, son los mejores argumentos que podemos
esgrimir frente a quien pueda estar interesado
en contratar nuestros servicios profesionales.
La seriedad y la responsabilidad son actitudes que se
desarrollan con nuestra personalidad; son, por tanto, parte integrante de
nuestro propio ser, y tienen que manifestarse en todos los actos de nuestra
vida. La competencia es una aptitud adquirida que debe renovarse cada día, con
esfuerzo y perseverancia, hasta el límite de nuestras capacidades. En un mundo
tan dinámico como el que vivimos, sin una capacitación permanente caeremos rápidamente
en la obsolescencia, dejaremos de ser competitivos y pasaremos a ser un
problema en lugar de una solución. Hay que tener en cuenta que una organización
no es una estación a la que se llega, sino un tren en el que se viaja
permanentemente.
Para triunfar en la vida profesional, además de reunir las
condiciones básicas anteriormente expuestas y cumplir otra serie de requisitos,
variables según los casos, es absolutamente necesario tener la plena convicción de que se tiene el poder de
hacerlo.
Como complemento a todo lo anteriormente indicado, siempre
será útil tener presente algunas recomendaciones generales:
<> Mantener siempre un espíritu de colaboración.- Hay que tener en cuenta que las acciones de cada individuo, dentro de una organización, forman parte de una cadena que tiene que estar perfectamente interconectada. Cada día es más importante la labor del equipo que la de la persona aislada; por esa razón, siempre tenemos que estar dispuestos a ofrecer nuestra colaboración a los demás y mantenernos receptivos a recibirla. Las buenas relaciones en el trabajo contribuirán de forma decisiva a conseguirlo.
<> Mantenerse siempre motivados.- El desánimo es el preludio del fracaso. Es muy importante sobreponerse para afrontar y superar las dificultades, que siempre existirán, y aprovechar las oportunidades.
<> Tener siempre un espíritu innovador.- No se debe caer en la rutina del trabajo, haciendo siempre lo mismo de la misma manera. Es necesario buscar la mejora continua, poniendo en marcha iniciativas que permitan mejorar la gestión que tenemos encomendada y, por añadidura, los resultados de la organización para la que prestamos nuestros servicios. Todo ello, sin caer en el riesgo de proponer soluciones precipitadas que puedan conducir al fracaso. Toda propuesta de mejora debe ser previamente analizada y documentada. Por las mismas razones, debemos mantenernos siempre abiertos y flexibles para aceptar los cambios que personalmente nos afecten.
<> Buscar siempre la obtención de resultados.- Todo lo que se hace debe tener siempre una consecuencia positiva. Más que preocuparse por hacer muchas cosas hay que concentrarse en conseguir los objetivos planteados por la organización.
<> Mantener el buen juicio en la toma de decisiones.- Si tenemos que tomar decisiones, hacerlo siempre sin precipitación. Nunca deberemos de tomar decisiones, sobre todo si son importantes, hasta que no tengamos la información mínima necesaria para ello.
<> Observar un orden riguroso.- Es muy importante saber administrar, en todo momento, el tiempo y el espacio. Observar siempre el principio de “cada acción en su momento y cada cosa en su lugar”.
<> Mantener siempre una actitud modesta y sencilla.- La soberbia, la arrogancia, el egoísmo y la vanidad, nos distancian de los demás y son un gran impedimento para el desarrollo laboral. Nuestro acierto en la gestión que tengamos encomendada dará la medida de nuestros méritos y será siempre nuestra mejor carta de presentación.
<> No perseverar nunca en el error.- A pesar de que actuemos con el mayor esmero y minuciosidad, nuestra condición de humanos siempre nos puede llevar a cometer algún error. Si esto sucediera, deberemos tener la humildad de reconocerlo, de forma inmediata, y la total disposición para enmendarlo. No existe mayor error que la ocultación o negación del que se haya cometido, aunque este haya sido grave. La parte positiva es que siempre se puede aprender más de los errores, propios y ajenos, que de los aciertos.
<> No generar nunca situaciones conflictivas.- En la medida de lo posible, hay que huir siempre de los personalismos, mantener una actitud franca y abierta con todos los compañeros de trabajo, superiores y subordinados, y evitar situaciones que puedan provocar polémicas estériles que solo conducen a generar tensiones, siempre muy negativas para el propio individuo y para la organización.
<> Mantener siempre un espíritu de colaboración.- Hay que tener en cuenta que las acciones de cada individuo, dentro de una organización, forman parte de una cadena que tiene que estar perfectamente interconectada. Cada día es más importante la labor del equipo que la de la persona aislada; por esa razón, siempre tenemos que estar dispuestos a ofrecer nuestra colaboración a los demás y mantenernos receptivos a recibirla. Las buenas relaciones en el trabajo contribuirán de forma decisiva a conseguirlo.
<> Mantenerse siempre motivados.- El desánimo es el preludio del fracaso. Es muy importante sobreponerse para afrontar y superar las dificultades, que siempre existirán, y aprovechar las oportunidades.
<> Tener siempre un espíritu innovador.- No se debe caer en la rutina del trabajo, haciendo siempre lo mismo de la misma manera. Es necesario buscar la mejora continua, poniendo en marcha iniciativas que permitan mejorar la gestión que tenemos encomendada y, por añadidura, los resultados de la organización para la que prestamos nuestros servicios. Todo ello, sin caer en el riesgo de proponer soluciones precipitadas que puedan conducir al fracaso. Toda propuesta de mejora debe ser previamente analizada y documentada. Por las mismas razones, debemos mantenernos siempre abiertos y flexibles para aceptar los cambios que personalmente nos afecten.
<> Buscar siempre la obtención de resultados.- Todo lo que se hace debe tener siempre una consecuencia positiva. Más que preocuparse por hacer muchas cosas hay que concentrarse en conseguir los objetivos planteados por la organización.
<> Mantener el buen juicio en la toma de decisiones.- Si tenemos que tomar decisiones, hacerlo siempre sin precipitación. Nunca deberemos de tomar decisiones, sobre todo si son importantes, hasta que no tengamos la información mínima necesaria para ello.
<> Observar un orden riguroso.- Es muy importante saber administrar, en todo momento, el tiempo y el espacio. Observar siempre el principio de “cada acción en su momento y cada cosa en su lugar”.
<> Mantener siempre una actitud modesta y sencilla.- La soberbia, la arrogancia, el egoísmo y la vanidad, nos distancian de los demás y son un gran impedimento para el desarrollo laboral. Nuestro acierto en la gestión que tengamos encomendada dará la medida de nuestros méritos y será siempre nuestra mejor carta de presentación.
<> No perseverar nunca en el error.- A pesar de que actuemos con el mayor esmero y minuciosidad, nuestra condición de humanos siempre nos puede llevar a cometer algún error. Si esto sucediera, deberemos tener la humildad de reconocerlo, de forma inmediata, y la total disposición para enmendarlo. No existe mayor error que la ocultación o negación del que se haya cometido, aunque este haya sido grave. La parte positiva es que siempre se puede aprender más de los errores, propios y ajenos, que de los aciertos.
<> No generar nunca situaciones conflictivas.- En la medida de lo posible, hay que huir siempre de los personalismos, mantener una actitud franca y abierta con todos los compañeros de trabajo, superiores y subordinados, y evitar situaciones que puedan provocar polémicas estériles que solo conducen a generar tensiones, siempre muy negativas para el propio individuo y para la organización.
Expuesto y desarrollado lo más esencial de esta breve
introducción sobre el tema de principio, podemos resumir, en un decálogo de
conceptos, aquellos más representativos y relevantes para lograr el éxito
profesional:
Honestidad.- Lealtad.- Solidaridad.- Sociabilidad.- Diligencia.-
Creatividad.- Ilusión.- Vocación de servicio.- Formación continua.- Perseverancia
positiva-.
Se puede concluir, que el éxito profesional, y también el
personal, está en manos de cada uno de nosotros. Solo queda la voluntad y la
firme proposición de conseguirlo.
Oviedo, a 3 de octubre de 2010
Muchas gracias. Me ha parecido una lectura muy acertada y valiosa.
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