En España, después de la muerte de Franco, que cerró un largo
período al que algunos, no todos, calificaron como una parte negra de nuestra
historia, se abordó una transición a la democracia, con un modelo de Estado
basado en una monarquía parlamentaria, que fue recibida con grandes expectativas por la
inmensa mayoría de los ciudadanos, de la que se esperaban grandes progresos en
materia de libertades y bienestar social. Desde el periodo constituyente, que
propició la redacción de la Constitución española de 1978, hasta nuestros días,
en los que estamos viviendo la X Legislatura, alumbrada en diciembre de 2011 al
constituirse las nuevas Cortes tras el proceso electoral que dio la mayoría
absoluta al Partido Popular, España ha pasado, como muchos otros países de
nuestro entorno, por distintas fases en las que se alternaron etapas de luces
con otras de sombras, aunque en ningún caso se había llegado a una situación tan preocupante como la actual. La crisis financiera, iniciada en el año 2008, a la que siguió el estallido
de la burbuja inmobiliaria y la consecuente destrucción de empleo, con un
vertiginoso aumento del paro laboral, que el Gobierno de turno no supo identificar,
ni posteriormente atinó a reaccionar, ha llevado a la ruina y a la desesperación a
miles y miles de familias.
Las medidas que el nuevo Ejecutivo ha puesto en marcha para
tratar de frenar primero y revertir después
los devastadores efectos de de la crisis, basadas prácticamente en recortes en
el gasto, sin otras complementarias para la reactivación económica, no han hecho más
que destruir el ya débil tejido empresarial, que ha retrocedido a niveles del año 2002, mientras
que el desempleo se ha elevado a la alarmante cifra del 26,3 % (datos a febrero
de 2013), solo superado por Grecia, con
un 26,4 %; tasa que representa un valor
5 veces superior al registrado en Alemania (5,4 %), y más del doble que la del
conjunto de los 27 países de la UE (10,9 %). En estos momentos, en los que la Unión Europea ha alcanzado la cifra de 500 millones de habitantes, España contribuye a esa población con poco más del 9 %, mientras que su aportación al desempleo supera el nivel del 30 %; o, dicho de otra manera: de cada tres personas sin empleo en la UE, uno es español. Con estos mimbres, con la amenaza
de un rescate, aún no totalmente descartado, con el ejemplo de Chipre, que,
entre otras duras medidas de ajuste, ha venido a poner en cuestión la seguridad
del ahorro depositado en las entidades financieras, y las previsiones de PIB
que los observadores internacionales conceden a nuestro país: contracción de,
aproximadamente, el 1,5 % para el año 2013 y un avance no superior al 0,8 % para el próximo año 2014, cuando nunca se ha
creado empleo por debajo del 2 %, el futuro, a corto y medio plazo, es bastante
desalentador. Si ya es una quimera la creación de empleo en una economía sin
crecimiento, aún lo es más cuando a esta circunstancia se le suma el efecto de
un ritmo de inflación que no cede: la temida estanflación.
Si bien es verdad que la crisis no es exclusiva de España,
también lo es que nuestro país está en franca desventaja con la mayoría de los
de nuestro entorno para enfrentarla. Nuestra estructura del Estado, basada en
comunidades autonómicas, un desconocido modelo a medio camino entre un estado
central y un sistema federal, aparte de establecer importantes diferencias
entre los ciudadanos de unas y otras autonomías y fomentar el sentimiento nacionalista, no
ha demostrado, en términos de eficacia, aportar ninguna solución; por el
contrario, por pura megalomanía de la clase política, creando superestructuras
innecesarias como si se tratase de mini estados, se ha convertido en un
monumento al despilfarro sin control, absolutamente inasumible para nuestros
niveles de renta, amén de caldo de cultivo para la corrupción. Aparte de la
propia Administración autonómica, si descendemos a la Administración local, a
nivel de municipio, el asunto no es menos grave: tenemos 8.116 municipios,
5.000 de los cuales tienen menos de 1.000 habitantes, entre los que se encuentran más de 1.000 que no superan los 100; todos ellos, por supuesto, con su estructura
corporativa correspondiente, además de otras figuras eventuales tales como
mancomunidades, comarcas, áreas metropolitanas y entidades de ámbito
territorial inferior a municipio. En definitiva, todo un gigantesco entramado
que, para una población de aproximadamente 47 millones de habitantes, se ha
convertido en la más compleja estructura administrativa de Europa, superando en
más de 20 veces a la que actualmente tiene Gran Bretaña, a pesar de contar con
más de 60 millones de habitantes, y, esto, sólo por poner un ejemplo.
El Gobierno presidido por Zapatero, que fue el primero en enfrentarse
con esta excepcional crisis, quizás por no haber valorado adecuadamente su
alcance y repercusiones, además de presiones ideológicas y multitud de
condicionamientos derivados de la relación de fuerzas con las que contaba en el
Parlamento, no ha sido capaz de
instrumentar medidas similares a las que se tomaron en otros países, como
Alemania, por ejemplo, para paliar sus efectos, limitándose a actuaciones
puramente coyunturales derivadas de las presiones que le llegaban de Bruselas. Con
la llegada del Gobierno del PP, con una mayoría absoluta que le daba toda la
capacidad de acción, renacieron las esperanzas de que se empezaran a ver
soluciones que pudieran representar el punto de inflexión en la caída libre que
veníamos experimentando. Pasado más de un año de Legislatura, y después de
haber incumplido prácticamente todas sus promesas electorales, con actuaciones
contradictorias a los principios dogmáticos que siempre habían venido
defendiendo en sus intervenciones en la oposición, utilizando siempre la disculpa de haber recibido una herencia envenenada, la
decepción ha vuelto a instalarse en la mayoría de los ciudadanos que habían
dado su confianza a este partido, incluso entre muchos de sus más incondicionales valedores.
La facundia parlamentaria de Rajoy, de la que tanta gala había hecho en sus
enfrentamientos con el anterior Ejecutivo, se está transformando en una penuria
argumentaría propia de aquellos que solo pueden jugar a la defensiva.
Las decisiones más relevantes que hasta ahora ha tomado el
Gobierno de Rajoy para encauzar la situación, intentando al tiempo cumplir con
las exigencias de Bruselas, solo han venido a cargar, aún más, las ya
castigadas espaldas de los trabajadores
y pensionistas, sin que, de momento, se atisben síntomas de mejoría en ninguno
de los sectores económicos, ni se frene la destrucción de puestos de trabajo.
Las continuas declaraciones de Rajoy, basadas en el fruto que espera obtener de
sus recetas, pronosticando un futuro más prometedor, ya no convencen a nadie. En
este contexto, no es extraño que los ciudadanos, cansados de no ver luz en el
horizonte, acosen a los políticos con manifestaciones ad hoc, como es el caso
de los escraches. No es que esté de acuerdo con este procedimiento, ni que
trate de justificarlo, máxime si exceden ciertos límites; pero, cuando se lleva
a las personas a situaciones extremas, la respuesta siempre suele ser a la desesperada.
Mientras no se aborde una auténtica y profunda reforma de la
Administración y los servicios públicos, dotándoles de un tamaño, estructura,
organización y funcionamiento adecuados, que responda a las estrictas
necesidades de nuestra sociedad, cubriendo los objeticos básicos para obtener
los resultados necesarios, al menor coste, no estaremos más que dando palos de
ciego. Por esta vía, en la que queda prácticamente todo por hacer, es donde se
puede obtener el más importante ahorro, muy superior, y, por supuesto, mucho
más justo que el procedimiento de sacar el dinero de los bolsillos de los
ciudadanos. La crisis que vivimos,
aunque larga para todos, solo será temporal para aquellos que sepan adaptarse;
el resto, al igual que el proceso natural de selección de las especies, sólo
sobrevivirá lo justo para dejar testimonio de su existencia.
C. Díaz Fdez.
Abril de 2013
¿Quien va empezar el gran cambio, usted?
ResponderEliminarYo soy un profesional de la ingeniería, no de la política. A estos últimos, a los que les pagamos todos, es a los que les compete, y, a todos los demás, nos corresponde exigirlo.-
EliminarEl análisis realizado de lo que ocurre en España es muy fino y acertado. Pero falta diagnosticar las causas y ponerle soluciones sin las que es imposible sino quedarse y mantenerse en el Purgatorio eternamnte. La clave está en buscar un equilibrio natural y lógico entre lo público y lo privado.
ResponderEliminarCon un gobierno expansionista keynesiano de Zapatero, donde los ingresosos de lo privado eran muy altos el modelo era viable. Incluso hacín que lo público se expansionara aún más. Ahora sin lo privado, lo público es inasumible.
Lo normal sería restringir aún más lo público y dar confianza a lo privado para que invirtiera y aumentara el empleo y el consumo.
Lo público reducirse y lo privado aumentar. Rajoy no transfiere, ni dá esa confianza
Yo puedo contestar a la primera pregunta. Nuestro pecado es haber votado al PPSOE durante todo este tiempo.
ResponderEliminarPuede que tenga razón, pero, hasta ahora, uno de los problemas de España es, precisamente, el de carecer de alternativas, y el de que nuestro sistema electoral está cautivo de los partidos políticos.
EliminarSaludos
El ayuntamiento de la foto es el de Umbrete Sevilla
ResponderEliminarEsto es un análisis de la crisis? Ah bueno. A mí me parece un compendio de la dejadez, tendenciosidad (p.ej: las comunidades autónomas fomentan el nacionalismo) y facilonería hispanas. Esta crisis es ante todo externa, exacerbada por la falta de modelo industrial interior, el delirante modelo de consumo interior, el nivel de formación pasmosamente atrasado y unas políticas económicas totalmente a contrapié. Entrar aquí a valorar la transición, si Franco es en opinión de unos u otros gris, marrón o violeta tirando a verde, de verdad que no viene a cuento.
ResponderEliminarNo creo que este artículo, solo una somera reflexión de una situación excepcional, pretenda ser un análisis de la crisis, asunto que sería excesivamente extenso y, por tanto, fuera de los objetivos de este blog. En cualquier caso, siento que no haya comprendido el mensaje. En fin, ya se sabe que Dios no ha repartido equitativamente los dones entre los humanos; el entendimiento entre ellos. En cualquier caso, le agradezco el tiempo que ha dedicado a su lectura, aunque no le haya sido muy provechosa. Un cordial saludo.
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