Muchacha en una ventana (Salvador Dalí 1925)

miércoles, 13 de febrero de 2013

EL LADO OSCURO DE LA ESPECULACIÓN


Desde el punto de vista de los mercados, especular es simplemente realizar operaciones comerciales o financieras con el objetivo de obtener un beneficio económico, basado, generalmente, en las variaciones de los precios de los productos o de los cambios, o sea, sin aportar valor añadido. El especulador es, por tanto, una figura más del mercado que, junto con otras, como productores, fabricantes, intermediarios, comerciales, financieros, etcétera, hacen que todo el complejo y complicado entramado de la economía funcione. A pesar de la mala prensa que siempre se le da al término de especulador, en realidad este solo es negativo cuando actúa fuera de los principios éticos y transgrede las más elementales normas de las prácticas  aceptadas en los sectores en los que opere; en todos los demás casos, no solo su labor no es negativa, sino que es necesaria. Por tal razón, siempre que se cumplan ciertas premisas, la especulación podría ser considerada, simplemente, como parte de un trabajo profesional. En este sentido, no sería descabellado afirmar, que es tan evidente que la especulación pueda tener efectos positivos sobre la economía,  como que se puede prestar a grandes abusos que generen precisamente el efecto contrario. Lo importante es que, desde los poderes públicos, se hagan todos los esfuerzos necesarios para evitar los excesos; pero, como todo no puede ser regulado, será fundamental que los individuos dedicados a estos menesteres hagan siempre un ejercicio de valoración ética de sus conductas.


Desde el principio de los tiempos, la especulación es una conducta que ha presidido, prácticamente, cualquier actividad humana. Hoy, en un mundo más complejo, está presente en todos los órdenes económicos, desde los productos financieros, que es donde con más frecuencia se la asocia, hasta las materias primas destinadas a la alimentación, pasando por los mercados de la energía, los metales y los negocios inmobiliarios, entre otros. En todos ellos, la especulación tiene un papel relevante; aunque, eso sí, positivo o negativo, en función de la forma y sentido en el que se actúe.

Si nos referimos a los mercados de capitales, donde una de las más importantes premisas es la liquidez, condición  que exige la cobertura de riesgos muy variados, posibilitando a los inversores recuperar sus inversiones sin tener que soportar costes elevados, las actuaciones que avancen en la mejora y funcionamiento del sistema, haciéndolo más ágil y eficiente, pueden considerarse positivas y, en consecuencia, éticamente correctas, dado que van a contribuir a la creación de riqueza y al aumento del bienestar de la sociedad. En esta línea, la labor desarrollada por los especuladores puede representar un papel muy importante y beneficioso. Ahora bien, cuando se realizan maniobras tendentes a manipular las cotizaciones, se especula con información privilegiada, o se hace abuso de la ignorancia ajena, con el único propósito de obtener un fácil y rápido beneficio personal, en detrimento del bien común, se está adulterando el principio y fin de su existencia y, por tanto, merecen la más enérgica condena. Esta es precisamente la parte más negativa del sistema, la que daña gravemente la imagen pública de estos agentes y provoca el más alto nivel de desconfianza en los potenciales inversores. Lamentablemente, no siempre la legislación tiene respuestas lo suficientemente contundentes para evitar, o, en su defecto, cortar, este tipo de irregularidades, que, por alterar el normal funcionamiento de los mercados, tan graves repercusiones tienen sobre la economía en general.

Si las malas prácticas de los especuladores alteran los mercados financieros, causando considerables pérdidas a muchos  inversores que, no pocas veces, ven como se esfuman sus dividendos o capitales en las bolsas de valores, cuando este tipo de actuaciones se traslada a los mercados de alimentos, las consecuencias son aún mucho más destructivas. La compra y acumulación de cereales, retirándolos del consumo, con el objeto de sacarlos al mercado dentro de cuatro o cinco años a un precio mucho mayor, condenando a miles de familias al hambre, la miseria  y hasta  la muerte, a costa del beneficio de unos pocos, no tenía que tener cabida en un mundo que se autodenomina civilizado. Aunque crecen las preocupaciones en este sentido, más por lo que puede representar un factor de inestabilidad política mundial, que por razón de poner en juego la vida de miles de inocentes, la realidad es que los avances obtenidos hasta la fecha, a juzgar por los resultados, son más bien escasos. Si ahora somos unos 7.000 millones de habitantes sobre este planeta, con un desigual reparto de los escasos recursos alimentarios disponibles, y se prevé un escenario de 9.000 millones para el año 2050, no queda mucho tiempo para adoptar las medidas necesarias que puedan evitar conducirnos a un total y absoluto desastre. La cuestión está en si todos somos suficientemente conscientes del problema y, en caso afirmativo,  si estamos lo suficientemente mentalizados en la necesidad de resolverlo.

A la práctica del almacenamiento de cereales, con fines especulativos, retirando del mercado cantidades que son absolutamente necesarias para el consumo humano, se une la de los que se dedican a la fabricación de biocombustibles, que han venido a invadir un territorio dedicado a la alimentación, aumentando así su carencia. Esta industria, que en principio estaba concebida para que algunas naciones tuvieran una actividad económica nueva alternativa, hasta la fecha, por falta de una regulación específica adecuada, ha generado más problemas que beneficios. Una prueba evidente de ello la tenemos en el desmesurado aumento que los precios han experimentado durante el pasado año. Desde mediados de junio 2012, hasta mediados de agosto, los precios mundiales del trigo han crecido en más de un 50% y los del maíz en más de un 45%. En cuanto a la soja, los precios han crecido un 30% en dos meses, y desde principios de año casi en un 60%. Datos que, por si mismos, tendrían que hacernos reflexionar sobre la magnitud del problema. 


De igual manera que hablamos de las malas prácticas de la especulación en los productos financieros y la alimentación, y sus consecuencias, podríamos también hacerlo del petróleo, donde desde los pequeños inversores hasta los brokers especializados, pasando por gestores de fondos, agencias de trading y, cómo no, los propios países productores, que culpan a la especulación de las fuertes subidas de los precios del producto, también están contribuyendo a ello invirtiendo parte de sus excedentes en el mercado de futuros.

Otra víctima de la especulación, que tiene mucho que ver con la crisis económica por la que estamos atravesando, es el sector inmobiliario, donde la falta de escrúpulos de muchos, unido al afán de enriquecimiento rápido, ha provocado una escalada artificial de precios que ha conducido a la generación de una enorme burbuja, cuyo estallido se ha llevado por delante miles y miles de puestos de trabajo, poniendo en situación económica límite a un incontable número de familias, mientras que los máximos culpables de todo este desaguisado, como siempre suele ocurrir, acampan a su aire manteniendo  sus pingües beneficios a buen recaudo.


Algunos desaprensivos suelen tratar de justificar sus impresentables actuaciones afirmando que “los negocios son los negocios”, sin tener en cuenta los límites que impone la moral y la ética. La respuesta a esto sería que los negocios solo son negocios si son éticos; en caso contrario, solo son atracos cometidos, con mayor o menor sutileza, dentro o fuera del marco legal, a un individuo o, por extensión, a toda la sociedad.


Hoy por hoy, la consideración generalizada es que la especulación sin escrúpulos está en la base de la crisis económica mundial, a la que ha contribuido, de forma muy notable, la falta de leyes y reglas que controlen el llamado mercado libre. Todas las autoridades, de todos los países, están creando un estado de conciencia para tratar de evitar que esto pueda volver a repetirse. Lo que está por ver es si, después de superada la presente, empezaremos a relajarnos, para volver nuevamente a lamentarnos cuando llegue la siguiente. No sería nada singular, dado que la historia está repleta de hechos semejantes.


C. Díaz Fdez.

Febrero de 2013







3 comentarios:

  1. me ha parecido un buen artículo, poco profesional(técnico) pero bastante curioso. Un saludo!

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    1. En primer lugar, quiero agradecerle su comentario, y, dicho esto, manifestarle que, en ningún momento, mi intención fué el darle un contenido técnico, sino manifestar publicamente, en un lenguage asequible a la mayoría de los lectores, algo que, por alcance y dimensión, debería preocuparnos seriamente a todos. Saludos.

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    2. Me ha impactado los datos de la subida de los precios del trigo,el maiz y la soja,alimentos basicos para muchos millones de personas.Saludos

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