Muchacha en una ventana (Salvador Dalí 1925)

lunes, 21 de enero de 2013

¿ES POSIBLE OTRA VIDA?



Dr.  Even Alexander
El tema de si hay o no vida después de la muerte ha sido objeto de muchos artículos y publicaciones que, con éxito desigual, han llamado siempre la atención de muchos lectores, aunque, como es lógico y natural, al final, no se pueda extraer ninguna conclusión definitiva, más allá de la credibilidad que se quiera otorgar a quienes manifiestan sus experiencias personales en esta  materia. A pesar de que este asunto estuvo bastante olvidado en los últimos años, recientemente, con la publicación del libro “Proof of Heaven” (Prueba del Cielo), salido a la luz el 23 de octubre de 2012, de la mano del prestigioso neurocirujano de Harvard Eben Alexander, en el que el autor asegura haber viajado a otra dimensión durante el transcurso de un profundo coma, que puso en grave peligro su vida, en el que estuvo sumido toda una semana, tratando con ello de confirmar, mediante su propia experiencia extracorpórea (autoscopía), la existencia de vida más allá de la muerte, el tema se ha puesto nuevamente de actualidad. Lo que más llama la atención de esta nueva aportación a las llamadas ECM (experiencias cercanas a la muerte), es que el autor, que ha operado miles de cerebros a lo largo de su carrera, siempre había sido muy escéptico con todo este tipo de supuestas manifestaciones del espíritu; no era creyente, los conceptos de Dios, cielo y eternidad no estaban en su ideario, y  había llegado a afirmar que lo que las personas de fe llaman “alma” en realidad solo es un producto de la química del cerebro. El relato es realmente interesante e inquietante y ha llamado poderosamente la atención en EE.UU, máxime a raíz de que la revista Newsweek se hiciese eco del asunto, generando una intensa polémica entre defensores y detractores de estas teorías. A este respecto, el conocido psiquiatra y filósofo Raymond Moody, quizás el mayor experto mundial en esta materia y que cuenta con varias publicaciones sobre el tema, se ha pronunciado en el sentido de que las experiencias cercanas a la muerte, tal como las describe el doctor Eben Alexander, es el caso más asombroso que ha escuchado desde hace más de cuatro décadas dedicado al estudio de estos fenómenos. Como no podía ser de otra manera, los ecos de este debate han llegado también a Europa y, por lo que parece, promete dar bastante que hablar dentro y fuera de los círculos especializados. Seguro que, en poco tiempo, tendremos acceso a las opiniones y valoraciones de los expertos de este lado del Atlántico.


Raymond Moody

Desde el año 1975, en que se publicó el libro “Life after Life”, del ya anteriormente mencionado  Raymond  Moody, que, por cierto,  se convirtió en un  best-seller y fue llevado a la gran pantalla, hasta el año 1984, en que se publicó el de Robert Kastenbaum (profesor de gerontología de la universidad de Arizona y gran experto en psicología clínica), bajo el título “¿Hay vida después de la muerte?”, se han publicado diversos trabajos relacionados con este tema que han llegado a captar la atención y el interés de multitud de personas en todo el mundo, quedando, posteriormente, prácticamente aparcado hasta la fecha. La reciente obra de Eben Alexander, con nuevas y sorprendentes aportaciones sobre la materia, con la particularidad de ser narradas por el propio protagonista, unido a sus singulares características, seguro que volverá  a reactivar la polémica y dará para muchas discusiones y comentarios. Lo que sí parece claro es que, en ningún caso, pasará desapercibida.



Personalmente, aunque he sido educado en los principios de la fe católica, que nos enseña que la muerte no es más que el principio de otra vida, la verdad es que, a pesar de lo mucho que he leído sobre el tema, no estoy nada seguro de ello. Si, por definición, todo lo material es finito, la posibilidad de vida en una dimensión inmaterial, necesariamente espiritual, relativa a la inmortalidad del alma, compaginada con el disfrute o placer de una eternidad, gozando de un idílico paraíso, como objetivo y fin primordial de todas las creencias religiosas, no es, a mi juicio y criterio, accesible al entendimiento humano, y, por ende, no tiene ninguna capacidad probatoria.  Por tal motivo, no creo que nadie tenga nunca la posibilidad de afirmar, ni tampoco de negar, si habrá otra vida, en otro plano, o en otra dimensión; pero, por contra, de lo que sí estoy plenamente convencido, es que nadie se habrá ido para siempre mientras permanezca en el recuerdo de los demás, o, de forma más concreta: “no desaparece lo que muere, sino lo que se olvida”. Lo más triste y lamentable es que en un mundo tan deshumanizado como el que estamos viviendo, en el que prima lo material por encima de los sentimientos, en el que conjugamos con más frecuencia el verbo pedir que el de dar y nos ocupamos menos de los demás para centrarnos más en nosotros mismos, en el que el concepto de familia y amistad está siendo progresivamente  desplazado a un plano secundario y subordinado a otros intereses, cada vez dejamos menos espacio para las emociones y, como consecuencia, para los recuerdos. De esta manera, la inevitable separación física que se deriva de la muerte real, no tarda mucho tiempo en caer en el olvido y, de ahí, a la auténtica y definitiva desaparición del ser. Más allá de esto, posiblemente, la nada.


¿Hay alguien ahí

Creo que a nadie le desagradaría la idea de poder encontrarse, al final de nuestra vida terrenal, con todos aquellos seres queridos que nos han precedido en el camino de la vida, de los que, con tanta tristeza y dolor, tuvimos algún día que despedirnos. Cuanto les podríamos decir a todas esas personas que, además de darnos la vida, atendieron todas nuestras necesidades, nos cuidaron en la enfermedad, nos protegieron cuando estábamos indefensos, nos educaron y nos facilitaron las herramientas necesarias para poder emprender nuestro propio destino, sin que, por uno u otro motivo, hayamos tenido tiempo u ocasión para agradecerles todos los desvelos y dedicación que, con tanto cariño y de forma tan desinteresada, nos han dispensado, e incluso solicitar su perdón por cuanto les hubiéramos podido defraudar en sus expectativas. Sin duda que, si tuviésemos esa oportunidad, sería realmente maravilloso; pero, como habitualmente suele suceder con todo lo que es demasiado  bonito o atractivo, al final, siempre se torna en imposible o irrealizable. Mucho me temo que con esto, por aplicación de la misma regla, pueda ocurrir lo mismo.

Más allá de nuestro consciente

Todas las personas expertas en fenómenos paranormales que se han interesado por las ECM, y que, con mayor o menor fortuna, han tratado de investigar sobre las mismas, nunca han podido aportar nada definitivamente esclarecedor a la incógnita de si hay o no vida después de la muerte, más allá de algunos motivos de reflexión.  No son pocos los que sostienen que, aunque con apariencia real para quienes han manifestado haber tenido estas experiencias, en el fondo, no son más que  simples fantasías producidas por el cerebro bajo condiciones de extremo estrés; sin embargo, también hay otros que opinan lo contrario. En cualquier caso, vivir con la  esperanza de que otra vida es posible no hace ningún daño, puede servir de alguna ayuda y, lo que es más importante, es algo de lo que, de no existir, nunca nos vamos a poder sentir defraudados.

C. Díaz Fdez.

Oviedo, enero de 2013


PD.- Por el mensaje que contiene, cargado de emotividad, quiero complementar este artículo con el poema que el libro “Proof of Heaven” incorpora en su último capítulo. Dado que el original está en inglés, trato de acercar en lo posible la traducción al español. Por mi parte, confieso que su lectura, enmarcada dentro de la profundidad del libro, me emocionó particularmente.


“Cuando mañana empiece sin mí”
(Poema atribuido a David Romano)

Cuando mañana empiece sin mí,
I yo no esté ahí para verlo,
Si el sol se levantara y encontrara tus ojos
Todos llenos de lágrimas por mí.

Deseo tanto que no llores
De la forma que lo hiciste hoy,
Mientras pensabas en las muchas cosas
Que no nos  llegamos a decir.

Yo sé lo mucho que tú me amas a mí,
Tanto como yo te amo a ti,
Y cada vez que tú piensas en mí
Sé que me vas a extrañar también;
Pero cuando mañana empiece sin mí,
Por favor intenta comprender,
Que un ángel vino y dijo mi nombre,
Y me tomó de la mano,
Y dijo que mi lugar estaba listo,
Muy lejos arriba en el cielo
Y que tenía que dejar atrás
A quienes yo tanto amaba.

Pero cuando me di la vuelta para marcharme,
Una lágrima cayó de mi ojo
En toda mi vida, yo siempre había pensado,
Que no quería morir.

Tenía tanto porque vivir,
Tanto aún por hacer,
Que parecía casi imposible,
Que te estuviera dejando.

Pensé en todos los ayeres,
Los buenos y los malos,
Pensé en todo el amor que compartimos,
y toda la alegría que tuvimos.

Si pudiera revivir el ayer
Aunque fuera  sólo un momento,
Te diría adiós y te besaría
Y tal vez te vería sonreír.

Pero entonces comprendí
Que eso nunca podría ser,
El vacío y los recuerdos,
Tomarían el lugar por mí.

Y cuando pensaba en las cosas mundanas
y que podría faltar el venir mañana,
Pensé en ti,  y cuando lo hice
Mi corazón se lleno de tristeza.

Pero cuando caminé a través de las puertas del cielo
Me sentí igual que en casa
Cuando Dios me miró y me sonrió,
Desde su gran trono dorado,

Él Dijo "Esto es la eternidad,
Y todo lo que te he prometido”.
Hoy tu vida en la Tierra ya ha pasado
Pero aquí comienza de nuevo.

Prometo que no habrá mañana,
Pero este día durará por siempre,
Y como cada día es de la misma manera,
No hay añoranza por el pasado.

Tú has tenido tanta fe,
Tanta y tan verdadera confianza.
Aunque hubo veces
Que tú hiciste algunas cosas

Que sabías no deberías hacer.
Pero has sido perdonada
y ahora al fin eres libre.
Así que, ¿quieres tú venir y tomar mi mano
Y compartir mi vida conmigo?

Así que cuando mañana empiece sin mí,
No pienses que estamos muy lejos separados,
Cada vez que tú pienses en mí,
Yo estaré justo aquí, en tu corazón.


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