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miércoles, 25 de enero de 2012

LA VIDA HUMANA EN CIFRAS

Somos lo que somos

 Con independencia de la mayor o menor trascendencia que cada persona haya dejado en su paso por la vida, cuestión que queda a cargo y juicio de la historia, no deja de resultar interesante, o cuanto menos curioso, analizar la vida desde un punto de vista puramente materialista: el de la frialdad de los números. No se trata de hacer un análisis exhaustivo de todos los datos numéricos que se pueden asociar a la existencia humana, cuestión que ocuparía una gran extensión y causaría el tedio de muchos lectores, sino el de exponer algunos de las más significativos que, por sus particulares características, pueden ofrecer un mayor interés y contribuir a hacer la lectura más amena y entretenida. Este es, en definitiva, el único objetivo que se persigue.

 Aunque los parámetros que vamos a analizar varían de forma muy significativa entre distintas poblaciones de personas, y aún dentro de cada una de ellas también sufren importantes alteraciones, para el fin propuesto, que no es otro que el de la curiosidad, las cifras reflejadas, entendidas como medias,  pueden cumplir satisfactoriamente con este cometido.

La fuerza de las estadísticas
  A lo largo de nuestra vida terrenal, nuestro cuerpo mortal, formado por la astronómica cifra de más de cincuenta billones de células, consume energía, genera residuos y realiza actividades imprescindibles para la propia existencia, así como otras derivadas necesarias para la vida cotidiana. Si aceptamos, como dato de partida, una de las últimas estadísticas publicadas como esperanza de vida en Europa (media entre varones y hembras), que arroja un valor aproximado de 80 años, podemos aproximar lo siguiente:

<> Vivimos unas 700.000 horas, de las que, aproximadamente, una tercera parte las dedicamos a dormir, lo que nos deja un resto para la vida consciente de poco más de 460.000 horas. Si de estas restamos aquellas necesarias para menesteres tales como formación, trabajo, alimentación, aseo personal, etcétera, que, cuanto menos, se llevan el 75 % de la cifra anterior, al final, para nuestra entera disposición, nos quedan, en el mejor de los casos, si otras circunstancias ajenas  a nuestra voluntad no nos lo impiden, no más de 115.000 horas. Como todos conocemos lo que da de sí una hora, podemos concluir en que la vida es poco más que un suspiro. Aunque Séneca solía sostener que nuestra existencia no es breve, sino que la desperdiciamos  en cosas sin importancia, la realidad es que “Tempus fugit” y que, sin apenas darnos cuenta, pasamos a la historia con el conocido epitafio de “Requiescat in pace”.

<> Durante nuestra existencia, nuestro corazón tiene que latir, como mínimo, y de forma ininterrumpida, unos 2.900 millones de veces y mover, aproximadamente, un flujo de sangre de 232 millones de litros; ciclos que, sin paradas de mantenimiento posibles, supondrían todo un reto para cualquier artilugio creado por el hombre.
<> Nuestros pulmones, con unos 750 millones de alvéolos para el intercambio  gaseoso entre el aire  y la sangre, tienen que procesar un mínimo de 170 millones de litros de aire (en condiciones normales), para la absorción de un mínimo de 11 millones de litros de oxigeno y la expulsión de unos 9 millones de litros de dióxido de carbono.
<> Los riñones, que, a la postre, no son más que unos complejos filtros compuestos  por más de un millón de nefronas, tienen que filtrar  diariamente una cantidad de sangre comprendida entre 1.600 y 2.200 litros, lo que supone procesar, a lo largo de la vida, un volumen de sangre superior a los 47 millones de litros, eliminando, simultáneamente, unos 44.000 litros de residuos en forma de orina.
<> Para mantener activos todos los sistemas y subsistemas que componen y hacen funcionar la compleja y complicada máquina biológica que constituye nuestro cuerpo se necesita un centro de control: el cerebro (un complejo sistema formado por unos 100.000 millones de neuronas), y un aporte de energía externa que, en este caso, la extraemos de los alimentos que ingerimos. No es objeto de este breve y sencillo comentario exponer los datos ni el funcionamiento del cerebro humano, asunto que nos llevaría a traspasar los límites previstos para el mismo, pero sí los de la energía que necesitamos para que todo funcione con normalidad. Aparte de las proteínas, vitaminas, sales, minerales, etcétera, nuestro metabolismo basal necesita un aporte de energía equivalente a una kilocaloría por kilogramo de peso y hora, lo que nos lleva, para una persona de 70 kilogramos de peso, a un consumo diario mínimo de 1.680 kilocalorías. Si a esto añadimos la energía necesaria para una actividad moderada, que supone multiplicar el mínimo anterior por un factor de 1,5, tendremos un resultado aproximado de 2.500 kilocalorías/día. Con este dato, el consumo total de energía a lo largo de nuestra vida se sitúa en torno a los 73 millones de kilocalorías, o, lo que es lo mismo, 84.491 kW.h; el equivalente a una bombilla de 120 vatios encendida durante toda nuestra vida.

      Aparte de todo lo anterior, a lo largo de nuestro devenir por la vida, consumimos energía primaria por un valor medio aproximado de 1.800.000 kW.h, con diferencias muy importantes entre los distintos países de la Tierra; lo que, en términos relativos, representa una cantidad 21 veces superior a la que necesitamos para cubrir nuestras necesidades vitales.


En lo concerniente al consumo de alimentos, basándonos en países desarrollados, podemos alcanzar, e incluso superar, la cifra  de  60 toneladas, de las que excretamos, por distintas vías, unas 13 toneladas, generando residuos (basuras) por un valor superior a las 44 toneladas. Aunque un consumo de 60 toneladas, a lo largo de la vida, puede parecer una cifra nimia y conducir a pensar que solo es el chocolate del loro, lo verdaderamente importante, lo que cuenta, es que somos más de 7.000 millones de loros comiendo simultáneamente chocolate y, al paso que vamos, no va a haber chocolate para todos; de hecho ya hay muchos loros a rigurosa y obligada dieta. En cuanto a  los residuos, en este caso, aparte de la cifra, no haremos ninguna otra mención; es un  tema de suficiente importancia y transcendencia que no puede ser resumido en un breve comentario. Probablemente, en otro momento, podríamos hablar de ello.


C. Díaz Fdez.
Oviedo, a 25 de enero de 2012











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