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sábado, 27 de agosto de 2011

AÚN HAY ESPERANZA


  A pesar de la manifiesta y preocupante crisis de valores que, en estos convulsos tiempos en que vivimos, está afectando seriamente a todos los sectores de la sociedad, aún tenemos margen para la esperanza. El soplo de aire fresco que se ha vivido en todo el país, concentrado especialmente en Madrid, con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud, con la pacífica invasión de cientos de miles de jóvenes procedentes de los cinco continentes, que, cargados de ilusión y esperanza, con el máximo respeto, dando una auténtica lección de comportamiento cívico, acudieron a la llamada de Benedicto XVI, es motivo suficiente para sentirse optimistas y volver a creer que, a pesar de todo, todavía nos quedan algunas bases para creer en el futuro.

  Es digno de admirar, desde cualquier óptica imparcial, como los cerca de dos millones de personas que participaron en los actos celebrados en la capital de España entre los días 18 al 21 de agosto del corriente año 2011, llenando a rebosar espacios tan amplios como la Plaza de Cibeles y el aeródromo de Cuatro Vientos, lugares donde se vivieron los momentos más emocionantes de la última edición de las JMJ, soportando estoicamente larguísimas horas de espera en condiciones climatológicas severas, no perdieron en ningún momento la sonrisa y la alegría desbordante que públicamente manifestaron en sus encuentros con el Sumo Pontífice, contagiando su optimismo a todos cuantos directa o indirectamente asistieron o fueron testigos de estas celebraciones. Todo ello a pesar de los intentos de los grupos de extremistas radicales que organizaron la marcha laica, con la única intención de reventar, o al menos deslucir, lo que intuían iba a ser un acontecimiento de relevancia internacional y que, al final, derrotados por la evidencia de los hechos, no han tenido más remedio que replegarse, guardar sus pancartas, y marcharse para casa con el rabo entre las piernas. Curiosos estos individuos que, llevando como bandera la independencia de cualquier organización o confesión religiosa, contra lo que único que verdadera y realmente se oponen,  con fijación enfermiza, es contra todo lo que tenga que ver con la Iglesia católica, a pesar de que alguno de ellos pase habitualmente por los comedores de Cáritas, o viva gracias a la labor social de esta organización.

  Con independencia de la fe que se profese, la filosofía del agnóstico, o la postura radical del ateo, pasando por todas las actitudes y opiniones que sobre los distintos movimientos religiosos se quieran tener, hay algo incuestionablemente exigible para todos: el respeto a las creencias de los demás; condición sine qua non para poder manifestar libremente, de forma individual o colectiva, nuestros propios criterios. La intolerancia, el radicalismo, la intransigencia sectaria y cualquier otra forma desde la que se quiera imponer a los demás una determinada forma de pensar o de actuar son negativos para nuestra convivencia, no pueden tener cabida en una sociedad sana y tienen que ser necesariamente rechazadas  por cualquier ciudadano responsable. No se puede aceptar que grupos, o grupúsculos, alentados por fuerzas que actúan desde la sombra y con oscuros intereses, partiendo de una interpretación torticera de la democracia y un concepto perverso de la libertad, con actitudes violentas, cuando no obscenas, quieran imponer su propia ley a través del miedo y la intimidación y, menos aún, que lo hagan amparados por la pasividad de las autoridades cuya obligación es precisamente impedirlo.

C. Díaz Fdez.
Oviedo 26 de agosto de 2011




viernes, 26 de agosto de 2011

THERE IS STILL HOPE

 
  Despite the obvious and troubling crisis of values that, in these turbulent times we live, is seriously affecting all sectors of society, we still have margin for hope. The breath of fresh air that Spain has lived all over the country, mainly concentrated in Madrid, on the occasion of World Youth Days, with the peaceful invasion of hundreds of thousands of young people from five continents that,  loaded with enthusiasm and hope, with the utmost respect, giving a real lesson in civics behavior, came to the call of Pope Benedict XVI, is reason enough to feel optimistic and believe again that, despite everything, we still have some basis for believing the future.

  Is worthy of admiration, from any impartial point of view, that the nearly two million people that participated in the events held in the capital of Spain from 18 to 21 August of 2011, filling to the brim so wide spaces as the Place of Cibeles and the aerodrome of Four Winds, places where they lived the most exciting moments of the last edition of the WYD, stoically enduring long hours of waiting in severe weather, they lost no time in the smile and joy overflowing who publicly stated in his meeting with the Pope, spreading optimism to all those that directly or indirectly attended or witnessed these celebrations. All this despite the attempts of radical extremist groups that had organized the march lay, with the sole intention of bursting, or at least tarnish, what they thought was going to be an event of international importance and that, ultimately defeated by evidence of the facts, have been forced to retreat,  move away  all their banners, and go to home with tails between legs. Curious these individuals that, carrying the banner of the independence from any organization or religious confession, against all that really and truly are opposed, with unhealthy fixation, is against everything that has anything to do with the Catholic Church, although some usually pass them by the dining-room of Cáritas, or live by the social work of this organization.

  Regardless of the faith that professes each individual, the philosophy of  agnostics, or the radical stance of atheistic, even all other attitudes and opinions about the  religious movements that each one want to have, there is something unquestionably due to all: respect the beliefs of the others; a condition sine qua non for to express freely, individually or collectively, our own criteria. The intolerance, radicalism, sectarian intransigence and any other form from which someone wants to impose on others a certain way of thinking and acting are very bad for our coexistence, can have no place in a healthy society and must be necessarily rejected by any responsible citizen. Can not accept that groups, or factions, encouraged by forces that acting from the shadows and with obscure interests, from a malicious interpretation of democracy and  a perverse concept of the freedom, with violent attitudes, often obscene, want to impose their law itself through fear and intimidation, and, much less, that  do so protected by the passivity of the authorities whose duty is precisely to prevent that.


C. Díaz Fdez.

Oviedo august 26,2011